“¿Qué pasaría si comprender la inteligencia animal implicara desaprender la nuestra?”

De diciembre a marzo. Entre las 7:30 y las 9:00, una discreta escena se desarrollaba en un suburbio de Nueva Jersey, EE. UU. Un joven gavilán de Cooper no esperaba a su presa, sino el despertar del mundo humano. Más precisamente: un sonido emitido por un semáforo, destinado a peatones con discapacidad visual. Esta señal anunciaba una parada prolongada de automóviles. ¿Qué esperaba el halcón? Un pulso. El momento preciso en que la procesión de automóviles formaría una pantalla suficiente para enmascarar su aproximación. El atasco se convirtió en una cortina. Tan pronto como la fila se extendía, se lanzaba. Rozando el suelo. Rozando las aceras. Planeando bajo las ramas, luego emergiendo, golpeando gorriones, tórtolas, a veces estorninos, atraídos allí por los restos de las comidas del Homo sapiens . Una trayectoria precisa, planificada y oculta. Un ataque cómplice contra el asfalto.
La Croıx